Buenas noches. Lo de buenas lo digo por educación, por deferencia hacia mis lectores y porque las formas no debemos perderlas nunca.
Hoy me doy un homenaje y me voy a permitir el lujo de hablar poco de la pintura y acercaros a mi visión personal. Al fin y al cabo ese es uno de los placeres de tener un blog: te da la oportunidad de compartir un sentimiento más allá de tu círculo más cercano.
Punto de partida. No me andaré con rodeos:
las cosas pintan regular y porque soy de naturaleza optimista...
los temas personales podrían ir mejor, rescatan nuestro sistema financiero, el paro no hace si no subir y se acerca un verano lleno de incertidumbres. No entraré en detalles por dos motivos: no aburrir al blogero y no dar demasiados detalles propios de los que me pueda arrepentir. Sin embargo intuyo que queda claro. Es más, no me cabe la más mínima duda de que no soy el único que tiene este sentir en esta
época de transición (y digo transición porque nadie quiere que esto dure indefinidamente).
Punto de inflexión. Hay una
cualidad que siempre he admirado sobremanera en determinadas personas y es la capacidad para
sobreponerse a la adversidad. No me llama tanto la atención que alguien sea infalible, que no falle nunca o que siempre esté en lo cierto. Primero porque
las cosas no son siempre blancas o negras y que los aciertos para unos no son si no errores garrafales para otros. Segundo porque alguien que se jacta de
no cometer nunca errores, ya está cometiendo al menos uno. Sin embargo hay gente (no muchos) que
corre riesgos, se tropieza... y se levanta. Y por el camino aprende y además las
lecciones más valiosas, esas que no te enseñan en la escuela (donde se premia exageradamente el miedo al fracaso).
Por eso son genios: porque no tienen miedo a
equivocarse, saben que es parte del proceso, la parte más importante si me apuras. Steve Jobs también se equivocaba... y por eso era tan grande.
Punto de partido. Pues bien hoy voy a ser
ambicioso, me voy a mirar en los
espejos más aspiracionales y voy a atreverme a equivocarme.Y lo más importante de todo:
no quiero tener miedo si no espíritu de superación. Quiero ser como ellos, quiero equivocarme y quiero
que el sufrimiento y la posibilidad de la derrota sirvan para sacar una versión mejorada de mi mismo.
Sólo así podré afrontar los retos que debo y sentirme realizado con el resultado.
Así pues: atrevámonos a errar y afrontar difíciles retos, ya que el triunfo no es el resultado si no el proceso en sí mismo.
Quizás pienses que no soy quien para decirte esto... pero soy el que te lo va a decir esta noche. Ahora sí, de corazón: Buenas Noches.
Carlos